Tradición, resistencia y futuro de una lucha
El siguiente es el resumen de un diálogo colectivo al interior de la Red en Defensa del Maíz, que tuvo como resultado varias reflexiones que no habían asomado en reuniones más grandes: sobre todo la búsqueda de una panorámica más ancha en la que la defensa del maíz adquiere una lógica y una importancia crucial para el entendimiento del horizonte general de las luchas.
No podemos dejar pasar los desastres que ya identificamos.Estamos presenciando cambios coyunturales muy drásticos. Cambios en la estructura económica y política del país, y un endurecimiento de los debates. Las reformas neoliberales planeadas y anunciadas hace dos o tres sexenios se están concretando. Las resistencias se desgarraron con la llegada del gobierno de la derecha. El Estado está en pleno ejerciendo como propietario de la tierra para quitárselas a las comunidades. Con la “invasión” de la legalidad, ya las comunidades no pueden ir al monte y ahora resulta que la forma de vida campesina es delictiva. Que son crímenes intercambiar semillas nativas, reivindicar las economías no monetarias, reavivar los intercambios de bienes, recurrir a la organización para el trabajo en forma de cooperación colectiva, como la mano vuelta o las faenas, recolectar, tumbar, quemar y sembrar, entrar al bosque, cosechar el agua de sus manantiales.
Es un enorme problema, la dificultad para visibilizar al maíz como alternativa. Las organizaciones que integramos la Red en Defensa del Maíz nos hemos percatado de que defender al maíz en medio de la vorágine se pone a veces muy difícil. Vivimos la resistencia a las enormes crisis que nos atacan desde todos los frentes como un proceso lento, disperso, fragmentado. Encontramos que no hay ya espacios libres de conflicto. Que al tratar de darle la vuelta a la privatización del agua y todos los servicios, a la urbanización salvaje, al encarecimiento de la vida, a la violencia de todos tipos, el maíz no aparece como eje. Ése es un problema más. ¿Cómo asumir, cómo transmitir que el horizonte es volver al maíz, o no hay horizonte? La privatización del petróleo (y las otras fuentes de energía) ha estado drenando la energía de las luchas. Y parecería que las organizaciones que defendemos al maíz no tenemos las palabras necesarias para dialogar con las organizaciones que luchan porque el petróleo quede en manos mexicanas, o porque la energía eléctrica no se privatice.
Eso perfila otro problema: la falsa oposición entre luchar por defender el petróleo o luchar por defender el maíz.
A veces pensamos que varias de las luchas y las resistencias están “haciendo agua”: la crisis económica, combinada con el agudo proceso de militarización del territorio y la criminalización de las luchas sociales, está generando la multiplicación de los estallidos sociales locales de comunidades y grupos que han visto cerradas todas las vías de gestión y expresión de su descontento. Los agravios que sufren las comunidades rurales (por la expansión urbana descontrolada, el despojo y la especulación con las tierras, el aumento en la presión para emigrar en un momento en que Estados Unidos cierra sus fronteras) están llevando al límite la capacidad de resistencia local. Sin embargo, las luchas locales, aunque brotan con demandas justas e iniciativas creativas de resistencia, están aún muy fragmentadas territorial y políticamente. Siendo tan variados los frentes de la agresión privatizadora de los recursos y los territorios, las comunidades locales están enfrentando grandes dificultades para integrar todos los ámbitos (“temas”) en sus agendas de resistencia. Así, por ejemplo, aunque por todo el país han brotado luchas de resistencia en defensa del agua, el petróleo, los bosques, etcétera, para buena parte de estas luchas sigue sin aparecer como uno de los ejes estratégicos, organizativos y alternativos, la lucha por la defensa del maíz.
Al centrarse en la defensa del petróleo, muchos de los grupos que se han movilizado no están teniendo la capacidad para abordar o enfrentar la situación desde una perspectiva integral, en la cual todas las luchas puedan articularse en una misma, pero que también permita reconocer muchos de los otros espacios de defensa necesarios, como el maíz y el agua. Aún cuando en México logre detenerse la privatización del petróleo e incluso se pueda construir una alternativa de gestión soberana nacional en el aprovechamiento de los hidrocarburos que quedan como reserva, es necesario tomar en cuenta que la explotación de esos recursos ha generado no sólo una enorme injusticia social, sino ambiental; se han creado las bases para una depredación más acelerada de los recursos naturales en México, y de las comunidades rurales (especialmente las indígenas), fomentando el cambio acelerado de los cultivos, la migración masiva y forzada hacia las ciudades o Estados Unidos y la mayor dependencia de la producción rural hacia los cultivos comerciales y de exportación, especialmente los combustibles agroindustriales. Resulta entonces paradójico que, en medio del debate nacional sobre la privatización de los energéticos, se tome muy poco o nada en cuenta el que parte de la crisis energética, económica, alimentaria y ambiental que vivimos se debe a que el campo y los campesinos mexicanos no sólo fueron abandonados a su suerte, sino que están enfrentando una verdadera guerra de aniquilación.
Agrocombustibles, maíz y las milpas del mundo. Los agrocombustibles están cambiando la estructura agraria de todos los cultivos. Con la idea de que todo sirve para combustible, ya todo se vuelve usable, entonces falta tierra y los precios suben. Por un lado, algunos campesinos están felices porque por primera vez en años su producto, por más exótico e inútil que parezca, tiene precio. Países normalmente importadores de alimentos están al borde de la hambruna, con Wal-Mart arbitrando los precios de las cosechas y los comestibles. El maíz es la presa número uno de la nueva “ideología” de los agrocombustibles. El maíz como materia prima, pero también las milpas (y chacras) en el mundo: los sistemas agroproductivos no uniformados, no privatizados, en donde varias especies conviven y en donde el descanso de las tierras es parte de su vitalidad, son ahora vistos como reservorios de “materia” para agrocombustibles.
El tiradero institucional y ¿la nación como lavandería? Las instituciones, en el uniforme del sexenio en turno, están dejando un tiradero: cada cambio de administración hay confusión, desgobierno y contradicción entre los operadores de los programas institucionales, con graves consecuencias en el lugar mismo que habitan las comunidades. Por ejemplo: la agricultura de invernadero es una moda y los invernaderos crecen como hongos, apoyados por programas de gobierno. Lo mismo con los cultivos exóticos, con el establecimiento de “negocitos” en las comunidades (tiendas de conveniencia del estilo más austero, destinadas además a la quiebra porque Wal-Mart se instalará tarde o temprano). Sigue fomentándose la venta de ejidos. Hay un gran desorden administrativo de las instituciones agrarias. Los supermercados en general están destruyendo aceleradamente las economías locales con la venia institucional. Irónico, extraño, en un tiempo de tanta crisis y constante aumento de la miseria, varias comunidades que participan en la Red en Defensa del Maíz se quejan del flujo del dinero que corrompe las relaciones, los objetivos de los jóvenes, la lucha verdadera por los derechos de las mujeres, entre tantos ejemplos.
El ataque de la legalidad. Con esto nos referimos a la invasión de leyes y normas que se pregonan en todos los rincones del país, como “autos” que el soberano del feudo mandara clavetear a las puertas de iglesias y tabernas. Las comunidades y las personas en las ciudades vivimos acosadas por la legalidad, como si las leyes tuvieran voluntad propia y fueran entes que se dejan venir para entrarnos en cintura. Como dice un campesino de una comunidad en Oaxaca: si nos ponemos a argumentar contra cada cosa que nos afecta de las leyes, entonces tendríamos que convertirnos en despacho de abogados y dejar de ser lo que somos, una comunidad de campesinos. Una de las consecuencias es que hemos perdido herramientas y brújula. Se descuidan las cuestiones realmente importantes. Hemos olvidado quiénes somos y hacia donde debemos caminar para seguir siendo quienes queremos ser. Por ejemplo en la Sierra Huichola se ha dañado la organización colectiva del trabajo, las comunidades han dejado de hacer recorridos por los linderos, se le resta importancia a la milpa de cada familia.
La contaminación y sus perversiones. Tenemos conciencia de que el mal ya está aquí, y es irreversible, pero no se ha articulado una negación de las organizaciones, más allá de las alternativas o las posibilidades reales de salir del problema de la contaminación, no ha habido un no rotundo a los transgénicos, por parte de muchas organizaciones de la sociedad civil o del público en general. Monsanto ya diseñó maíz transgénico Bt para plagas mexicanas. Si el gobierno subsidia y evita que se miren los costos reales de usar transgénicos, como con el algodón, “estamos fundidos”. La contaminación transgénica es una de las partes de un todo más grande contra la agricultura, y especialmente contra la agricultura campesina.
La revolución se ha vuelto borrosa.Luchar por cambiar las condiciones de vida, por la revolución, por la libertad, no da dinero inmediato, como sí lo hace el crimen organizado, especialmente lo que tiene que ver con el narco: la producción, la distribución de estupefacientes toman las energías y la creatividad de las nuevas generaciones. Los menos afortunados son los que lo consumen en vez de producirlo o venderlo.
Es útil, posible y necesario ganar tiempo. No perder de vista un largo plazo inescapable; reconocer el nuevo escenario no implica que dejemos de hacer lo que sabemos que es importante y verdadero: no cejar en la insistencia en sembrar nuestro maíz. No podemos cancelar los pendientes que van saliendo al paso.
En los lugares donde el ataque es frontal, cuerpo a cuerpo, la estrategia tiene que ser integral. Es urgente la ruralización de la ciudad en contra de la urbanización salvaje que sufre el campo.
Finalmente, debe haber un no rotundo a los transgénicos. Un no rotundo, además de tener conciencia de que no vamos a echar para atrás los planes de las empresas y la vocación de pibote, trampolín o palanca del Estado mexicano en el gran engranaje de la explotación capitalista implica que tenemos que considerar una vida en defensa del maíz. Urge responder a las mismas preguntas en cada uno de los nuevos contextos que surjan.
Red en Defensa del Maíz
*Reunión preparatoria de la Red en Defensa del Maíz para el Foro-Taller Semillas, Tradición, Resistencia y Futuro (celebrado en julio de 2008): diálogo entre integrantes del Colectivo Coa, Radio Huayacocotla, el Centro de Estudios para el Cambio en el Campo Mexicano, el Grupo ETC, el Centro de Análisis Social, Información y Formación Popular, GRAIN, 25 de abril de 2008